martes, 3 de noviembre de 2009

Desde la cuna, hasta el cajón


Estudiantes de La Plata
Crónica de un partido de fútbol

Fin de semana por medio alrededor de 27.000 personas se reúnen en el Estadio Ciudad de La Plata para ver al club de sus amores. En las tribunas los hinchas pasan de la calma al total descontrol.

Por Marcela Ojea


El sol calienta duro y parejo la tarde del sábado 8 de noviembre. Son las cuatro y viente, y la cola, que aguarda tras la reja, es de más de doscientas personas.
—Llegan temprano muchachos, eh- anuncia el cuidador del lugar.
—Dale flaco, abrí la reja…-le pide un chico de doce años
—Abrí la reja, la p… que te parió- canta muy alto un muchacho de unos veintiochos años, está tan colorado como un tomate.
Alguien se le une.
—¡¡¡Abrí la reja, la p… que te parió!!!
La canción se hace pegajosa, y a los pocos segundos, casi todos cantan a coro, y otros le pegan patadas al alambrado. La policía se empieza a agrupar para evitar desmanes.
—¡¡¡Abrí la reja, la p.. que te parió!!!¡¡¡Abrí la reja, la p… que te parió!!! ¡¡Abrí la reja, la p… que te parió!!! ¡¡¡Abrí la reja, la p… que te parió!!!
El encargado de la seguridad, un hombre petiso, pelado y que siempre está serio se acerca a ver lo que pasa, y anuncia.
—En diez minutos se abren las puertas, muchachos.
—Chúpame un …. –el colorado, no pronuncia la última palabra, lo mira fijamente a los ojos, articula dos silabas, y se agarra los genitales con las dos manos.
Llegan tres colectivos escolares, y empiezan a bajar hombres con trompetas, bombos, zurdos y muchas banderas en bolsas de alpillera. Un muchacho de pelo largo con la cara encendida se acerca a la reja.
—¿Qué pasa, pa?—le pregunta al colorado.
—Acá el pelado este, no nos deja pasar todavía.
—Eh pelado, ¿por qué no abrís la puerta, que los muchachos queremos pasar? A los muchachos no nos gusta esperar, ¿sabés?
El pelado habla por un handy y le asiente con la cabeza al encargado de abrir la reja. Los seis policías se forman, tres mujeres y tres hombres y se disponen a hacer el cacheo correspondiente. Poco a poco la gente empieza a entrar, algunos chicos corren con unas banderas grandes dobladas bajo el brazo. Pasados los tres controles, introducen los carnets de socios en los molinetes e ingresan a la tribuna del Estadio Ciudad de La Plata.
La cancha es una estructura redonda que se encuentra hundida en la tierra, similar al nido de pájaros que se construyó para los juegos olímpicos de Pekín. Está bordeada por unos soportes de hierro blancos que sirven para sostener el techo, que nunca se colocó.
En las barandas, cada hincha o agrupación cuelga su trapo en el lugar que se ganó por tener “aguante”, o sea seguir al equipo. Aunque siempre existe algún “inadaptado” que olvida las reglas.
—Eh, eh, eh ¿Qué hacemos, pa? Sacá esa mugre de ahí o te tiro con bandera y todo por la fosa—Amenaza un hombre alto y corpulento de lentes oscuros.
El chico se va, se acerca a sus amigos, y le saca de la mano a un compañero un porro, aspira profundamente, y niega con la cabeza.
Sobre la cabecera de la popular hay una cabina de transmisión sin terminar, los hinchas trepan hasta allí y despliegan grandes tiras rojas y blancas y las atan en el otro extremo, además de un adorno, sirve para que los líderes de la barra se sostengan de ellas, mientras están parados sobre los para-avalanchas. Desde allí colocan una gran lona que tiene estampada la frase “La Banda del León”.
Todavía falta una hora para que comience el partido y los casi veinte mil lugares de la popular ya están ocupados, salvo el hueco que se deja para la barra. De fondo se escucha las publicidades leídas por la voz del estadio, y la música de los bombos y trompetas que se encuentran en la entrada, aguardando que el árbitro pite el inicio del juego para hacer su ingreso triunfal.
Poco a poco se cuelgan más y más banderas: Dolores, Chascomus, Brandsen, Vos sos mi botella de alcohol, El Chapa está, Bernal, City Bell, Berisso, Ensenada, Magdalena, Punta Indio, la vida por los colores, Bilardo Dios, entre otras.
Existe un acuerdo implícito, si vas a la cancha, debes ir vestido con los colores de tu equipo, por eso por todos lados se ven camisetas de bastones rojos y blancos, las hay de todas las campañas, desde la casaca campeona del `82 hasta la última que usa Estudiantes en la Copa Sudamericana. Pero no sólo se ven remeras deportivas, sino también buzos, pantalones, camperas, gorros, binchas y sombreros de fabricación propia como el que usa Fabricio.
—Se me ocurrió después del 7 a 0 al lobo—le comenta a sus amigos, todos se ríen cómplices de la travesura. Fabricio luce un gran pene y dos testículos en su cabeza con los números alusivos al resultado del encuentro histórico disputado el 15 de octubre del 2006.
—Che loco, está buenísimo. ¿Me haces uno?
—Qué “lorca” que hace. Cocacoleroooo –le gritan a coro a un hombre que lleva una bandeja plástica sobre su cabeza.
De pronto se escucha la voz del estadio que anuncia:
—Cuatro veces campeón nacional, tres veces campeón de América.
Toda la tribuna deja de hablar y se queda atenta. De la manga salen dos hombres disfrazados de leones con la camiseta del club, y una bandera en la mano. Recorren toda la cancha incitando a la gente para que cante.
—Estudiantes campeón interamericano.- Continúan hablando desde los parlantes
Todos aplauden.
—Estudiantes campeón del MUNDOOOOOO
—Estudiaaaaa, estudiaaaaa, estudiaaaa-gritan todos los presentes, extendiendo los brazos.
En eso sale el rival al campo de juego, en la tribuna visitante todos aplauden y saltan, en la local todos chiflan o insultan. Empieza el duelo de hinchadas.
—Hay que saltar, hay que saltar el rey de copas, no existe nunca más…
—Pincha-rata, los p… de La Plata
—Avellaneda, Avellaneda. Hay una banda, que tiran tiros, que tiran piedras, son las p… de Avellaneda
—Hace la cancha, la p… que te parió. Hace la cancha, la p… que te parió.
De pronto, paralelamente a la manga inflada, sale el equipo estudiantil vestido de negro y gris, para diferenciarse del rival que está de blanco. En seguida la parcialidad local canta:
—Pincha mi buen amigo, esta campaña volveremos a estar contigo. Te alentaremos de corazón, esta es tu hinchada que te quiere ver campeón. No me importa lo que digan, lo que digan los demás, yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero más…
En la general todos saltan, gritan, cantan y aplauden. El cielo se llenó de papelitos, y el aire está viciado por las bombas de humos de colores. Cuando el escenario esta visible nuevamente, comienzan los saludos a los ídolos del club, el canto se prolonga hasta que el personaje, levanta los brazos y aplaude a la hinchada.
—Olé olé olé olé, bruja brujaaaaa
—Calderón Calderón Calderón….
—Boselli, Boselli, Boselliiiii
—Agustín, Agustín, Agustín.
En el césped, arbitro pita y la pelota empieza a rodar, en la tribuna el sonido de los bombos se incrementa a medida que la barra avanza repleto de banderas y humos de colores desde una esquina hasta el hueco que la gente le había dejado detrás de los arcos, tras ellos queda un rastro de olor a pasto quemado. Durante diez minutos los músicos interpretan un reggeaton con una letra que hace alusión al club local.
—Pincha te vengo a alentar, yo te quiero de verdad. De visitante o de local, la banda es un carnaval. Sin lógica ni razón, te aliento desde el tablón. Cuando mires para atrás, la banda siempre va a estar. Oh oh oh la banda del tricampeón. Oh oh oh te alienta de corazón…
En la cancha, Leandro Benítez gambetea a tres hombres vestidos de blanco.
—Bien, chino. Dale chinito, viejo y peludo nomás. Bien, nene. Noooo chino, la p… que te parió, sos un inútil. –El hombre se tira de los cabellos y levanta los ojos al cielo- Por dios, jugás en primera...
El número 23 estaba solo frente al arquero, pero a la hora de definir hizo cualquier cosa, y tiró la pelota a la tribuna.
—Eh flaco. ¡A los jugadores no se los insulta, eh! Acá se viene a alentar. Si querés putear anda a tu casa y míralo por televisión.
—Eso, como querés que el pibe no se ponga nervioso, si hay boludos como vos que lo putean.-se le unió un anciano que tiene una oreja en lo que dice la radio, y la otra en las discusiones que se desarrollan a su alrededor.
La gata Fernández un muchacho menudito, corre solo con la pelota en el area, y un defensor del equipo contrario lo cruza, y el rubiecito rueda por el suelo.
—Penal. Gritan todos y las miradas se dirigen al árbitro del encuentro, el hombre de naranja se hace el que no vió nada, le dice que se levante al diez del pincharrata y que se reanude el juego.
—No cobra nada este hijo de mala madre.
—Sabino, hijo de p…, la p… que te parió.–cantan a coro las veintisiete mil almas del león de La Plata.
La banda toca otro tema y pronto empiezan todos a entonar.
—Yo te quiero tricampeón. Yo a vos te sigo, vos sos mi vida. siempre te voy a alentar, sos lo más grande de la Argentina. Vayas a donde vayas, esta es tu hinchada que siempre alienta. Vamos león, vamos a ganar, queeeee la banda está de fiesta. Vamos león no falles a hinchada la que te sigue en las buenas y en las malas. Vamos león no falles a tu gente, no somos amargos como es independiente. Yo soy así, al pincha yo lo quiero. Vamos a mataaaaar a todos los triperos.
Mauro Boselli recibe un pase de la “gata”, el arquero sale mal, y el ex delantero de Boca lo acribilla, y pone el marcador, uno a cero a favor del local. La tribuna explotó en ese momento.
—Y dale, y dale, y dale pincha, dale. Y dale, y dale, y dale pincha, dale. Y dale, y dale, y dale pincha, dale.- la gente se abraza, los que hacía un rato se peleaban ahora se palmean la espalda y se besan en las mejillas, la alegría es generalizada.
Inmediatamente todos se acuerdan de su clásico rival que está pasando un mal momento y el cantito sale solo, la banda los acompaña.
—Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta, se va a la b— nadie en toda la tribuna se queda quieto, todos saltan, cuanto más alto, mucho mejor.
En el medio tiempo, aplauden a los jugadores que regresan a los vestuarios, algunos se sientan, y otros continúan cantando como si el apartido todavía se estuviera jugando. Entonces se acuerdan de la copa en la que Estudiantes participa.
—Vamos pincha vamos, ustedes pongan huevo que ganamos. Vamos a traer la copa a la Argentina. La copa que perdieron los bosteros y las gallinas. Vamos pincha vamos, ustedes pongan huevo que ganamos. Vamos a traer la copa a la Argentina. La copa que perdieron los bosteros y las gallinas.
Al poco tiempo, la emoción se contagia y los que estaban sentados, se ponen de pie, y cantan y saltan como niños caprichosos que quieren que la madre les compre un chocolate.
El segundo tiempo es una copia de la primera etapa, pero la atención está centrada en el partido que el león debe jugar con Argentinos Junios en La Paternal por la Sudamericana.
—Señores dejo todo, me voy a ver al pincha. Porque los jugadores me van a demostrar: que salen a ganar, que quieren salir campeón, que lo llevan adentro; como lo llevo yo…
Sabino se lleva el pito a la boca, levanta los brazos, pide la pelota y el partido se termina. La cancha es invadida por periodistas y fotógrafos. Los jugadores aplauden a la hinchada, y los fanáticos alientan a los deportistas.
Los seguidores, se abrazan, se besan, y sonríen. El show acaba de terminar, se deberá esperar cinco días para sentir la misma adrenalina que se vive en los noventas minutos, para que los miles de corazones vuelvan a latir al unísono por una sola cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario