sábado, 31 de octubre de 2009

La gente sólo mira a los delanteros


Por Marcela Ojea

Costa de Marfil es un país pequeño y empobrecido ubicado en África Occidental. El deporte resulta ser no sólo un entretenimiento sino una palanca para salir de la pobreza. El espejo de las nuevas generaciones es Didier Drogba, quizás el mejor jugador africano de la historia.



Costa de Marfil es sinónimo de selvas vírgenes, extensas sabanas de verde césped, animales salvajes por doquier, y paisajes que cambian a medida que los kilómetros pasan transformándose en escenarios inimaginables; son lugares que el hombre aún no ha modificado y al llegar a las costas se convierten como por acto de magia en bellísimas playas que simulan paraísos.
La fauna es muy variada, posee panteras, elefantes, chimpancés gigantes, cocodrilos, infinidad de reptiles y mosquitos enormes que atacan a todas horas del día tanto en las ciudades como en las zonas rurales; todo esto rodeado de diversas especies de árboles que son favorecidos por las lluvias que azotan al continente africano en los meses de junio y julio.
Los marfileños viven en territorios poco explorados, chozas humildes, con una industria poco desarrollada, y en una pobreza extrema donde el salario promedio es de ciento treinta y seis dólares por mes, aunque la república posee riquezas minerales como diamantes y petróleo.
Hasta el día de hoy conserva enfermedades antiquísimas como la fiebre amarilla, el tifus y la malaria, males que son propios de las zonas más pobres del mundo, y Costa de Marfil no es la excepción.
Los lugareños se dedican a cosechar la tierra y comen lo que la naturaleza les brinda, los almuerzos se preparan al aire libre y se comparten entre muchas personas. Es común que vivan en comunidades divididas por las etnias que aún se mantienen su lengua original, sus rituales, practicas de religiones ancestrales basadas en magia blanca, curanderos y sacerdotes, llevan adelante su vida de un modo que en occidente se considerarían no civilizadas.
En ese país de 322.000 Km² de superficie ubicado en África Occidental que limita al oeste con Liberia y Guinea, al norte con Malí y Burkina Faso y al este con Ghana, viven cerca de diecisiete millones de habitantes, personas con baja esperanza de vida e inmersos en una miseria absoluta que determina a los sujetos que nacen en esas tierras.

Fútbol: una esperanza de vida

Un 11 de febrero de 1978 nació en Abidján el mejor deportista marfileño. Didier Yves Drogba es hijo de dos empleados bancarios, trabajo que les alcanzaba para vivir modestamente, sin darse demasiados lujos. En Francia la historia era diferente. Allí en la tierra que alguna vez fue la madre y dueña de Costa de marfil, ya que este pequeño territorio fue colonia de los galos hasta 1960; vivía un tío del pequeño Didier, un hombre que había emigrado de su país natal en busca de un futuro cuando era apenas un adolescente, y lo había conseguido.
Michel Goba, se ganaba la vida como futbolista profesional, y fue él quien aconsejó a su hermano para que les enviara a su sobrino de cinco años con él, con la ilusión de que su pariente "tuviera oportunidad de triunfar en la vida", cosa que en su amada pero empobrecida república no podría lograr. Allí el pequeño Dider pasó tres años entre Brest, Anguleme y Dunkerke, aprendiendo a jugar al fútbol, conociendo influyentes magnates franceses y acostumbrándose a un estilo de vida que en Costa de Marfil sólo podría soñar.
Extrañó a sus padres por tres años, pero con el afecto infinito de su tío quién se convirtió no solo en un amigo, sino en un modelo a seguir; cuando “Tito", como era conocido por sus familiares y amigos durante su infancia, regresó a su hogar ya sabía lo que quería ser de grande: una súper estrella de fútbol mundial, pero para eso necesitaba crecer, entrenar y no desperdiciar las oportunidades.
Cuentan conocidos de Drogba, que nunca perdía la oportunidad de jugar a la pelota y que los estacionamientos de autos de su barrio, el distrito de Yopougon Sicogi se convertían en la imaginación de un niño de ocho años en auténticos estadios donde él soñaba que el público gritaba su nombre, pero la ilusión no terminaba allí, en su mente el vestía la camiseta de los elefantes, apodo que lleva la selección de su país, y los hacía clasificar para jugar un mundial de fútbol.
A los once años, el destino lo llevaría nuevamente a Francia, en 1989 una crisis económica hundió a todo el país en un sin fin de problemas, sus padres quedaron desempleados y como la situación era critica se decidieron enviar a Didier otra vez con su tío. Años más tarde sus padres se mudarían a Paris, y desde los suburbios de dicha ciudad el joven de los ojos oscuros empezaría a formar su carácter de luchador y de líder nato.
Ante momentos de discriminación, por pobre, extranjero y negro Didier cerraba los ojos y pensaba en su objetivo que cada vez estaba más cerca, poco tiempo fue el que aguardó porque a los quince años firmó su primer contrato con un club profesional: el FC Levallios de París donde permaneció por dos temporadas (del `94 al `96), allí se transformó en la máxima estrella; esas que empiezan desde abajo y a puro empeño escalan posiciones hasta convertirse en ídolos, en jugadores que la gente aclama, a un integrante del equipo que los hinchas esperan para sacarse una foto.
Era el ejemplo a seguir, el muchachito que tenía muy en claro que era lo que deseaba, dejó tan buen recuerdo que su director técnico, Srebencko Repcic siempre recuerda: "Nunca iba a discotecas antes de los partidos, como hacían el resto de compañeros, era el jugador más dedicado”. La carrera de pequeño gigante iba en ascenso, pero el destino quiso hacerle probar un poco de sabor amargo así no crecía muy deprisa, a los diecinueve años el imparable, paró; más bien su pie lo hizo detenerse, sufrió una lesión que lo relegó de la posibilidad de ir a jugar al Paris Saint Germain y de jugar en "Le Championnat".
Pero no todo salió mal, el esfuerzo fue recompensado, el Le Mans, un club que ya se había interesado por él, antes de este incidente, lo fichó para ponerlo a prueba. Allí pasó los mejores años de su vida, conoció al entrenador Marc Westerloppe, que lo convertiría en el buen futbolista que es actualmente, para quién Drogba sólo tiene palabras de respeto y cariño: "Me preguntó si quería ir a jugar al Le Mans y luego me dio todo lo que soy ahora".
De allí pasó a la primera división en el Guingamp, y luego tras haber jugado un poco más de treinta partidos anota diecisiete tantos y su valor en el mercado aumenta hasta llegar a los 6 millones de euros en los que fue comprado por el Olympique de Marsella. Con este team llega a la final de la Copa de la UEFA, ese año el marfileño es elegido el Mejor Jugador de la Liga Francesa.
Cuan elefante que avanza atravesando todos los obstáculos, en estos años Didier fue imparable. En el Olympique se afianza como player internacional para llegar a ser citado por su selección y de allí al Chelsea de Inglaterra, siendo el mismo Abramovich quién se interesa por tenerlo en sus filas. Fue durante un cálido verano del 2004 cuando el "hijo pródigo" de Costa de Marfil se convierte en el fichaje más costoso de la historia del club londinense, que desembolsa 24 millones de libras por él. Ese mismo año se proclama campeón de la Copa de la Liga y vencedor de la Premier League en dos oportunidades, glorificándose con tan solo veintiséis años como uno de los cimientos del equipo más temible del mundo.
En el 2006 Didier dejó de soñar, no porque no quedaran más fantasías sino porque el más importante se hizo realidad. Con su gran talento, su extraordinario físico y con su notable técnica llevó a su querido país a disputar un Mundial de Fútbol, si bien el equipo tuvo poco tiempo de gloria el solo echo de participar fue motivo de orgullo para todos los compatriotas que hasta el día de hoy se sorprenden por lo que lograron. En esos doce meses, además llevó a los elefantes hasta la final de la Copa de África.
Didier Drogba es sinónimo de disciplina, virtud que sin dudas lo llevó al éxito, y además es un modelo a seguir, como lo fue para Tito su tío Michel Goba. Hoy el ídolo máximo es ejemplo para un sin fin de jóvenes marfileños que hoy siguen sus pasos: Salomon Kalou (Chelsea), Aruna Dindane (Lens), Arouna Kone (Sevilla), Boubacar Sanogo (Werder Bremen), Gervais Yao Kouassi “Gervinho” (Le Mans) y Bakari Koné (Niza), entre otros tantos ya surgidos, ni pensar en todos los que seguramente vendrán.
Sin dudas, en algún pueblo oscurecido por el hambre y la miseria, empiece a brillar una pequeña luz de esperanza en un niño pequeño con una pelota en sus pies, y puede que su tío le grite: eh Tito ¿Qué haces ahí atrás? ¡En fútbol la gente sólo mira a los delanteros!...

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